Hace mucho tiempo que no escribo, pero releyendo algunos de los relatos de mi tiempo en la Universidad y en China, me he reanimado a escribir nuevamente. La memoria es débil y tesorar estas experiencias en palabras es precioso.
Esta es una pequeña crónica de nuestra experiencia durante el huracán María en nuestro último año en Puerto Rico.
San Juan, Puerto Rico
Septiembre 30, 2017
Con nuestra experiencia viviendo en
Florida, USA y en el Caribe ya por más de 10 años uno se acostumbra a los
huracanes y sabe como cuidarse. En esta ocasión ya veníamos del golpe de Irma
que nos se dejó sin luz y agua por 10 días, lo cual nos trajo incomodidades
menores pero nos preparó para María. Al ver que María iba a ser supremamente
intenso compré pasajes a Colombia para Montana (Tana) y Rosa pero la vida nos
tenía otro plan. El vuelo fue cancelado el martes y el huracán llegaba el
miércoles. Nosotros vivimos en San Juan, justo en la playa en un piso quinto.
El apartamento tiene ventanas laminadas pero no tormenteras (placas de metal
que van por fuera que se instalan durante las tormentas). Decidimos entonces
que Tana y Rosita pasarían la noche del martes y el miércoles con una familia
amiga a media cuadra que viven en un piso más bajo y con tormenteras. Yo
pasaría el huracán en nuestro apartamento y si las ventanas no resistían, pues
pasaría el huracán en al hall del ascensor que no tiene ventanas. Nos separamos
el martes en la noche. Los vientos empezaron desde las 11 pm del martes, a las
12 am se fue la luz, a las 4 am los vientos eran muy fuertes ya. Cuando vi que
un almendro grande que queda en frente de nuestro edificio se partió por la
mitad y que las ventanas del edificio del frente estaban siendo literalmente
arrancadas por el huracán, cogí una botella de agua, el gato, una silla, un
radio, una linterna y me fui al hall del ascensor. El huracán generaba cambios
de presión constantes y el ruido del viento era infernal...de repente sentí que
mi silla se estaba moviendo y pensé que estaba sugestionado del susto pero no,
el edificio se movía como cuando hay un temblor de tierra. Fueron varias horas
aterradoras, ya como a las 8 am bajó la intensidad y entré al apartamento,
estaba completamente inundado con agua como a 4 cm. Inmediatamente moví todo lo
que estaba en el piso y empecé con un recogedor y con un balde a sacar agua,
saqué -sin exagerar- más de 30 galones de agua. La presión del agua y el viento
era tal que el agua se metió por los aires acondicionados que están empotrados
en las paredes de las habitaciones. Hacía las 10 am la gente empezó a salir, en
mi edificio había apartamentos con las ventanas arrancadas en pisos arriba y
abajo del nuestro, nuestras ventanas quedaron intactas... Bajé a la calle y
para ambos lados solo se veían árboles y postes caídos bloqueando el paso,
mucho vidrio de todas las ventanas rotas de los edificios, aires acondicionados
arrancados de los edificios, pedazos de concreto, etc. Entre los vecinos
sacamos todos los escombros que más pudimos para abrir paso en las calles.
También ayudé junto con otros vecinos a dos señoras de edad que viven en mi
edificio que estaban mentalmente destrozadas pues perdieron sus ventanas y por
ende todo lo de adentro. Lo bueno realmente era que solo había pérdidas
materiales a nuestro alrededor, nadie estaba herido o muerto. Las
comunicaciones colapsaron por completo el 98% de las torres de celular de la
isla quedaron sin funcionar porque dependen del sistema de energía eléctrica
que colapso también casi por completo. Ya por la tarde logré verme con Tana,
nos dimos un abrazo y le dije que se quedaran allí pues no era seguro salir a
la calle por todos los escombros y cosas que había por ahí colgando.
Al día siguiente, después de
limpiar el apartamento lo mejor posible y de botar las cosas que se dañaron por
la inundación, la planta de nuestro edificio solo dio abasto para zonas
comunes, así que no teníamos ni agua ni luz ya que la bomba del edificio
necesita energía para suplir agua a todos los apartamentos. Otros vecinos, que
habían logrado salir de la isla antes del huracán, nos había ofrecido su
apartamento; fui a inspeccionarlo y también le había entrado agua pero muy
poca, y su planta estaba funcionando perfecto, teníamos ya un lugar para vivir.
Todo esto gracias a Tana que ha hecho amistades de personas muy generosas en
nuestra comunidad. La isla quedó gravemente incomunicada, sin televisión o
internet, solo quedó una emisora de radio funcionando y esa fue nuestra línea
principal para enterarnos de la devastación a lo largo y ancho de la isla. En
nuestra zona quedamos en un parche donde quedaron algunas torres de celular
activas y podíamos así tener señal intermitente para comunicarnos. Pudimos
entonces avisar a nuestras familias que estábamos bien y que teníamos comida y
agua para aproximadamente dos semanas.
El Gobernador instauró un toque de
queda de 6 pm a 6 am. La devastación y daño en vías principales de algunas
zonas de la isla causó un colapso en el suministro de gasolina y diesel.
Empezamos a racionar las horas de planta en el edificio. Ya al cuarto día se
acabó el diesel de la planta. Los celadores del edificio tampoco podían llegar
por la situación. Básicamente cada uno tenía que luchar por lo suyo. Nos
enteramos que a una cuadra estaban saqueando negocios y entrando a robar a las
casas y apartamentos durante el toque de queda. Algunos restaurantes que tenían
planta abrieron por unos días y solo dejaban entrar gente conocida. Uno tras
otro, los restaurantes iban cerrando a medida que se quedaban sin diésel para
sus plantas. En la radio se escuchaba que estaba llegando ayuda masivamente y
desde el apartamento veíamos muchos aviones militares y helicópteros llegando
constantemente. Sin embargo, había serios problemas logísticos y la ayuda
inicial estaba enfocada en zonas completamente destruidas y en rescatar a gente
que requería atención médica. El suministro de gasolina se reactivó a cuenta
gotas y apenas abrieron una bomba que quedaba a una cuadra de la casa. El
barrio se transformó, se llenó de carros y gente haciendo filas eternas. El
supermercado que queda a dos cuadras abrió y la misma cosa, filas interminables
y la cantidad de productos por familia era racionada. Los carrotanques de
gasolina venían escoltados por el ejército. Nosotros restringimos nuestros
movimientos a los apartamentos de nuestras familias amigas que quedaban a menos
de una cuadra.
Llegó el Sábado, dado que yo fui el
único de mi trabajo que vive en un área donde había señal de celular me
convertí en un puente de comunicación para coordinar los esfuerzos de la casa
matriz desde USA. Se coordinó un envío en un avión con 5000 libras de
suministros, teléfonos satelitales, y un especialista en informática para
instalar una antena para internet satelital en la oficina. El objetivo de la
compañía ahora no era el negocio sino asegurarse de que todos los empleados
estuvieran bien. El avión aterrizó en el aeropuerto militar de San Juan y, a pesar
de que el aeropuerto solo queda a 20 minutos de mi casa me demoré el doble en
llegar, me encontré con calles inundadas y muchos obstáculos en las calles. Iba
en un Jeep que un vecino me prestó pues mi carro es bajito. Con gente que logró
reportarse a la oficina armamos un convoy de vehículos de carga. La compañía
también envió a dos especialistas en seguridad, búsqueda y rescate armados fuertemente,
las armas las llevaban en talegas de golf para no intimidar a la gente, que
aquí no está acostumbrada a ver policía o ejército con armas pesadas.
Normalmente en Puerto Rico los celadores no están armados por los costos de los
seguros. Nuestras oficinas quedan en una región agrícola en el sur de la isla,
la primera instrucción fue cubrir nuestros tanques fijos de gasolina y diesel.
La oficina se convirtió entonces en un centro de acopio y de distribución de
suministros (pan, agua, pañales, pilas, medicina, etc.) para los empleados.
Junto con el especialista en relaciones públicas de la compañía, difundimos mi teléfono
por radio para que los empleados que estaban desaparecidos reportaran su
estatus.
Dadas las condiciones decidimos que
lo mejor era salir de la isla pero, a pesar de que teníamos pasajes comprados,
nuestro vuelo era pospuesto constantemente; el aeropuerto estuvo cerrado por
los daños un par de días y reabrió pero solo para aviones con suministros y
equipos de emergencia. El martes nos enteramos de la posibilidad de un vuelo de
evacuación aérea coordinado por la cancillería de Colombia y la Fuerza Aérea
Colombiana (FAC). Logré comunicarme directamente con la cónsul Colombiana en
Puerto Rico y me confirmó la noticia, me dijo que estuviera pendiente que
posiblemente sería miércoles o jueves.
El martes transcurrió sin mayor
novedad, la ciudad empezaba a oler a basura y agua estancada, no hacia brisa,
el mar oscuro de todas las inundaciones y descargas de la isla, el cielo
nublado, y había llegado una nube de polvo del Sahara que encapotó la ciudad
haciéndola ver aún más triste. A eso de las ocho de la noche, le dije Tana “no
creo que lo del vuelo de la FAC sea haya concretado para mañana”. Nos fuimos a
dormir. A las 11:40 pm alguien tocó la puerta, me levanté y fui a ver
cuidadosamente... era la vecina del piso, nos quería avisar que habían podido
conseguir diesel para la planta del edificio. Aproveché entonces y revisé mi
celular y tenía un montón de llamadas perdidas y textos de mis Papas tratando
de comunicarme que el vuelo de la FAC era una realidad y que debía estar en el
aeropuerto de San Juan en la zona de llegadas a las 7:30 am del miércoles.
También le comuniqué los detalles a la prima de mi mamá y su familia, que
también estaban tratando salir de la isla. Desperté a Tana y le dije “amor nos
vamos mañana, hay que terminar de empacar”. Le toqué la puerta a los vecinos de
piso y les pedí el favor de que nos llevarán al aeropuerto y aceptaron sin
reparo alguno. Puse la alarma y nos fuimos a dormir nuevamente.
El miércoles me levanté a las 5:30 am,
desayunamos algo ligero y nos fuimos para el aeropuerto. Llegamos a las 7:20 am
y había cuatro buses que ya se veían llenos. Un muchacho de la cancillería nos
vio y nos dijo “ustedes tienen prioridad porque tienen un niño, súbanse a este
bus”. Nos subimos al bus y era el bus de familias con niños y estudiantes. Seis
horas después, dieron la orden de movilizar los buses a la parte de atrás del
aeropuerto a donde estaban llegando los aviones militares. El avión de la FAC
estaba a plena vista al fondo y nos llenó de felicidad. Finalmente le dieron la
orden al bus de que parqueara como a dos cuadras, nos dijeron bájense y caminen
con sus maletas hacia la puerta de acceso. Seguimos las instrucciones, yo cogí
nuestras dos maletas, y Tana a Rosita y al gato, -si hasta el gato nos
trajimos!-. La puerta de acceso era un mar de gente, policías, soldados,
vehículos, etc. Me metí entre la gente, llegué a donde un oficial de la
cancillería y procesé los pasaportes. Caminamos hacia la puerta de acceso a la
pista y me paró un guardia, le dije “estoy autorizado para subir a ese avión y
vengo con un niño”, nos dejó entrar y vi a la cónsul, me dijo algo como “dale
súbanse rápido, el avión tiene que despegar pronto”. El avión era un 727
militar de pasajeros, sin ventanas, sin aire acondicionado, pero era nuestro
vuelo de regreso! Pasó como hora y media en terminar el caótico abordaje, el
calor dentro del avión era insoportable, mi camisa estaba empapada en sudor,
los bebes llorando, etc. Rosita estuvo muy tranquila siempre, no lloró y se mantuvo
jugando, tal vez percibía que solo era cuestión de horas para estar de nuevo en
nuestra linda Colombia con los abuelos. El avión se llenó de 180 almas
rescatadas y tristemente no vi por ningún lado a la prima de mi mamá, no
cupieron... pero la cónsul se quedó en tierra consolándolos y coordinando
esfuerzos para otro vuelo a día siguiente... a las 2:30 pm empezó a carretear
el avión y finalmente despegamos!
A las 4:30 pm aterrizamos en una
base militar en Barranquilla para dejar a los que vivían en la costa, nos
bajaron del avión y el cambio en el ambiente era notable! Nos recibió un
militar alto y nos dijo “Bienvenidos, ya no hay afán, están seguros, están en
su tierra!” nos dieron agua y nos llevaron a un salón. Las familias con niños fueron
llevadas a una sala que tenía aire acondicionado, televisión para los niños y
sillas cómodas. Hacia las 6 pm despegamos hacia Bogotá. Al aterrizar ya la
noche había caído, nuevamente bajamos primero las familias con niños y los
ancianos. A los niños les repartieron unos saquitos antes de bajarse. Ya en
tierra, nos recibieron los ángeles de la Cancillería, La Cruz Roja y la Fuerza Aérea
con frazadas con la bandera de Colombia estampada y nos dirigieron a una sala.
Allí hicieron valoraciones médicas para lo que las necesitaran y nos dieron un
refrigerio. Tana, ya dándose cuenta que estábamos al otro lado, empezó a llorar
y nos abrazamos todos. Recogieron los pasaportes para hacer la inmigración y al
cabo de hora y media nos montaron a una camioneta de la Cruz Roja para ir a
entregarnos a donde nuestros familiares. Allí estaban parqueados mis Papas
esperando ansiosos, nos abrazamos todos, ya todo había terminado.